domingo, 31 de mayo de 2009

de la lluvia, el amor y tu boca

Tu gris ausencia, el patíbulo funesto de mis caderas. Y aquella, la lluvia que repiquetea y repiquetea y agujerea mi alma mientras vos tomás tu taza de café, caliente, y frío, y cerca, y lejos. Ne penser pas. Non. Non plus. Y te miro, y te toco furtiva con los ojos, y el dolor casual de la distancia se ve nítido en las volutas del humo de tu cigarro. Y entonces el vaho amargo de tabaco, sudor, lluvia y humillación llena mis pulmones, y sale, y entra, y respiro, y me quema. Fluxus, eso. Fluye: fluye mi lengua, como un río en tu boca de canela, colisionando, dándome brío, mañana y ayer y ahora, frente al teclado, en tus abrazos robados y también esa mañana cuando me levanté, apabullada, entre gritos de soledad. ¿Empezamos? ¿Qué empezamos? ¿Terminamos? Pero salí de acá, picana, y antes decime: ¿Qué somos vos y yo, y ese avión que baja, contra el cielo rosáceo del amanecer? El amanecer… Sin vos, el amanecer no es poesía, no es música. La mañana sin tus besos es el producto de un exceso, es el desenfrene de Chopin, del clamor de la marea que nos lleva y nos trae. Y en ese momento, bajo, y pongo un disco de Drexler, y con una tranquilidad superficial me digo que está bien. Estoy bien. Y cuento los días, y las horas y entonces mi reloj acelera y da vueltas COMO LOCO. Ya no entiende de veranos, no entiende de colores, no entiende de amores y no entiende cómo, cómo, tu sonrisa lobuna es un veneno delicioso, y caro, tan caro… Me inquieto en el lecho, y me doy vueltas y el calor que había se fue. Y queda tu silueta, delineada en las sábanas, como un fantasma, como una grietita muda y pronunciada, acá, en mi corazón. Pero no voy a ceder. Voy a colocarme una vez más la coraza, voy a pintarme la sonrisa color esmeralda, y con un lifting voy sacarme las arrugas de preocupación. Y ahí voy a ir, y te acerco tu taza de café, y no me besas, y en cada movimiento leve cierro los ojos y espero, espero ese abrazo que todo lo vale, y te miro, mientras miras, aquellas, las fotos de tu pasado que te acecha siempre. ¿Dónde estás? ¿En que abismo profundo te perdí? La perdida... el dolor... y también, aquel rayito de esperanza, cuando sentados en el sofá y con el sensual jazz que derrite mi incertidumbre, recuesto mi cabeza sobre tus hombros, y me preguntás -como siempre- ¿qué pasa? ¿qué pasa? ¿qué pasa?’Y yo, como siempre te respondo ´´nada´´ y nos fundimos en el edén, y yo fluyo, y vos fluís en mí y te hacés paso, y te ahondás en mi corazón y sucede el milagro: en mis venas, corre libre y glorioso, el espiritu de la alegría. Y nos acostamos, y me duermo, y de nuevo al ruedo, de nuevo a luchar contra mis demonios y los tuyos, batallando hasta el final tu amor, y a veces –como hoy- perdiendo, un poco. ¿Qué es esa despedida, fortuita, de beso en la mejilla, impersonal, desligante? No me lo podía responder y salí, entonces, con la cabeza gacha y una carpeta cargada del orgullo que me queda, y pienso, y pienso, y pienso de nuevo, que algún día voy a tener un sitio en vos, y que las mañanas, la lluvia y tu amor, serán, finalmente, la regla, y no la excepción.