jueves, 25 de junio de 2009

Hoy se respira viento sur

foto mía, letra de lisandro aristimuño




Hoy se respira viento sur
ese que nace del frío
horno de barro calienta el sol
de los lugares perdidos.

Vuelve la calma de tu voz
con la corriente del río
manto de cielo sobre el tendal
teje tu nombre y el mío.

Campo de colores se cubre en tu luz
deja la lluvia caer,
riega los suelos del sur
moja la nueva cosecha que vendrá.

Tu cuerpo calma mi dolor
y se dibuja el camino
manto de cielo sobre el tendal
teje tu nombre y el mío.

Hoy se respira viento sur
ese que nace del frío,
horno de barro calienta el sol
de los lugares perdidos.







martes, 23 de junio de 2009

17:43

*Aclaración: este texto lo escribí hace como un año, si bien a mi me parece decente, siento que mis textos más recientes muestran más fluidez en cuanto a su lectura, si bien no son historias, son más como sentimientos en prosa poética.
Iré subiendo en estos días nuevos viejos textos. :)






Le di una última pitada al cigarro, o mejor dicho al filtro, y esto me recordó una vez más del Rulo. Tiré la colilla a la acera llena de fantasmas, donde luchó por mantenerse prendida durante unos instantes, luego se apagó con un quejido mudo. Ese día de ruska estaba yo muy pensativa: bajo mi sobretodo negro, mi corazón palpitaba en mil direcciones. Sentía una ligera opresión en la garganta, como si una corbata –la horca del hombre común- estuviese anudada demasiado fuerte sobre mi cuello. Hermosa Buenos Aires, esos días de frío y lluvia, de besos furtivos y cafés con amigos en el Gato Negro. Ensimismada, casi se diría que flotaba ese día sobre las calles de Recoleta. No lo vi venir ni por un instante. No vi sus faroles, ni la cara entre morbo, curiosidad y pena de los transeúntes. Sentí calor, y dolor, indescriptible dolor. El mundo se iluminó, de repente, como en un flash, y el miedo más profundo embargo mi ser. ¡Pero si la última vez que me fui de floripondio fue hace dos meses! –pensé. De repente, lo vi desde arriba, como si pudiese volar: un cuerpo casi inerte en la esquina de Marcelo T. Alvear; su labio inferior temblando, la sangre manando de su oído, y un hilo plateado que iba de ella a mí: ¿Cuál sería la conexión entre aquella extraña y yo? Y que ironía, pensé yo, que morir, el acto más íntimo, suceda para esa mujer en el medio de todos aquellos estudiantes que seguro ni conocía. Me acerqué un poco, para comprobar, con horror, que su cara era como la mía, que sus ojos eran cafés y que sus uñas estaban mordisqueadas, sus cutículas arrancadas de cuajo. La miré, me miró ¿o me miré? y sus ojos giraron a la izquierda. Allí estaba aquel chico que siempre me gustó y a quién nunca se lo dije, la profesora que siempre odié pero a quién nunca confronté; allí estaban Francisco, Paula y Julieta. Se acercaron a mi, le decían a ella ¿o a mí? “Resistí, hermosa, que esto no es el final, no te vayas, que ya llegan los paramédicos, escuchanos, no te vayas, no te vayas, nena, no te vayas”.
El hilo de plata que nos unía por las narices se empezaba a desvanecer. La nariz, el camino del alma. ¿Era yo mi alma en ese momento? ¿Un ectoplasma, una ilusión, un invento, que era yo, que era ella, flotando sobre un cuerpo que se llamaba como el mío? Sonaban en la brumosa distancia las sirenas de la ambulancia y tomé la determinación de no morir ese día. No fue fácil, no fue nada fácil. Tuve que pelear con ella. El cuerpo estaba cansado, y hacía todo lo posible por soltar el hilo de plata, y dejarme volar. Yo luchaba con todas mis fuerzas, metía toda mi alma (¿o qué, si no?) y mi esencia en que eso no sucediese, ¡Quiero vivir! ¡No, no, y no! Luego de lo que pareció una eternidad, llegaron los paramédicos y subieron mi morfología ya casi desvanecida a la ambulancia, me apresuré tras ella, no sea cosa de que la puerta metálica corte el filamento por cuya entereza tanto batallaba. Ya llegábamos. Ya llegábamos. Todo el cuerpo empezó a moverse descontroladamente “¡Tiene convulsiones de gran mal!” Entré –u entró- en paro cardíaco. Sacaron las paletas 250 voltios. Nada. 300. Nada. Otra vez, nada. Yo miraba con impotencia, gritaba, abofeteaba a mi cuerpecito inerte, NO LO HAGAS, NO LO HAGAS PUTA, FURCIA, NO ME SAQUES LA VIDA, NO LO HAGAS. Masaje cardíaco. Infusión se sangre. Carguen de nuevo. 360. Nada. No lo pude evitar. El hilo se cortó. Mi cuerpo dijo, en un susurro: gracias. Yo lloraba mientras veía a los chicos de mi vida, a mi familia, a mis amigos, sin saber nada de nada. Estaba sola. Estaba con cinco médicos a las 17:43, pero cuando morí, estuve sola. El ruido se apagó. La calle ya no tenía sonidos. La lluvia caía copiosamente, en un repiqueteo mudo, a través de la ventana. Los médicos bramaban órdenes, sin que un solo sonido fuese emitido por ellos. Y entonces, dejé de luchar. El tiempo se detuvo mientras yo me tomaba un instante para a besar a mis padres, a mi hermano, a mi mascota, a mis amigos. Tomé la mano que me tendía el cielo, dije mi último adiós, y me fui.
Hora de la muerte: 17:43

domingo, 21 de junio de 2009

el futuro llegó hace rato

todo un palo, ya lo ve

un lago en el cielo

sos el paisaje más soñado,
y sacudiste las más solidas tristezas...
y respondiste cada vez que te he llamado

vamos despacio
para encontrarnos
el tiempo es arena en mis manos

un lago en el cielo es mi regalo
para olvidar lo que hiciste
y sentir algo que nunca sentiste....


sábado, 20 de junio de 2009

la sierra del demonio




cuenta la leyenda que bajo la sierra donde fue sacada la foto habita el mismisimo demonio.
si uno pide un deseo, el diablo lo tergiversa hasta que duela

martes, 16 de junio de 2009

domingo, 14 de junio de 2009



Sin piedad dejás atrás
un séquito de vana idolatría.
Sos tan espectacular
que no podés ser mía nada más.
Tenías que ser de todos.

La piel, los labios
donde roza la bambula
serán mi prado, mi vergel.

Ya sé
el camino a la fama no significa nada
si no hay una misión.
¿Cuál es?
Hacerte muy putita, probar tu galletita
con toda devoción.

Ya sé, ya sé
cuál es... ya sé.

Derramás esa impresión de ser
la acción que encarna la ternura.
A tu alrededor no hay humildad,
la Venus es caricatura.
Tenías que ser de todos.

La piel, los labios
donde roza la bambula
serán mi prado, mi vergel.

Ya sé
el camino a la fama no significa nada
si no hay una misión.
¿Cuál es?
Hacerte muy putita, probar tu galletita
con toda devoción.

Ya sé, ya sé
cuál es... ya sé

Ya sé, ya sé
cuál es... ya sé

Ya sé, ya sé
cuál es...

Putita - Babasónicos

viernes, 12 de junio de 2009

kohinoor efimerai

Discúlpame si me equivoco cariño, no es sólo un tonto intento de escapar de ti, no es comerme la ultima migaja de pan: es todo aquello que no entiendes, porque cuando ves el cielo no ves que detrás de la luz hay oscuridad, que todo fin tiene principio, que eres tan frugal como aquella mariposa que está posada sobre la cerca o mejor dicho que estaba posada allí, pues ha salido volando ahora hacia la muerte. No pongas esa cara, dulzura, que tú y yo corremos en sendos túneles hacia ella. ¿No ves que me has hecho –no sin ninguna razón- correr en círculos?... ¡a veces eres tan cruel, azúcar morena! De todos modos, ya no exclamas victoria como antes: ahora eres taza, pura taza ya que mientras giro y giro y giro y giro nada menos que como soquete en lavarropas tu empiezas a darte cuenta, lentamente y con horror de que las vueltas que dará la tierra son contadas para ti… ¡No llores, cielo, no es para tanto! Aquel libro grande y encuadernado en piel de carnero dice que vivirás por siempre. Deberías entender, después de aquella cuenta telefónica que hizo que tengas que vender el maletín de cuero que tanto amabas, que dos más dos no siempre son cuatro, y que… ¡Basta, cesa ya de gritar, despertarás al niño sin ojos! En fin, a veces crees ingenuamente que tú y yo somos cuatro. A veces crees –y caes en ese momento en la trampa del hurón- que los poemas solo pueden ser rimados y que la prosa es algo con menos sentido que aquella tarjeta de crédito que tienes en la mano. Creíste todo este tiempo que tú y yo éramos blanco, uno más puro que la luz que hace que respiremos tan tortuosamente. Deberías entender a esta altura que nosotros no somos blanco; somos, vida mía, del color mas impuro que se puede ser, estamos hechos del color de la efimerísima mortalidad.